A 28,000 años luz de la Tierra, el agujero negro IGR J17091-3624 se comporta de manera tan inusual que los astrónomos lo describen como un gigante cósmico que late. Esta variación rítmica de su brillo, observada gracias al Explorador de Polarimetría de Rayos X de Imágenes (IXPE) de la NASA, ha proporcionado una de las mediciones más sorprendentes en el estudio de estos objetos: un grado de polarización del 9,1 %, mucho mayor de lo que predecían los modelos.
La polarización es una propiedad de la luz que revela cómo están alineadas las vibraciones de su campo eléctrico, y en el caso de los rayos X emitidos por un agujero negro, permite determinar la ubicación y forma de su corona, una región de plasma magnetizado extremadamente caliente —con temperaturas que alcanzan los mil millones de grados Celsius— situada en la parte interna del disco de acreción. Este disco es un anillo de gas y polvo que la gravedad del agujero negro arrebata a una estrella compañera y que, al girar, se aplana por efecto de la rotación.
El hallazgo es intrigante porque, en teoría, un grado tan alto de polarización se obtiene solo si la corona se observa de canto y con una forma casi perfecta, algo difícil de confirmar en este sistema, ya que la estrella acompañante es demasiado tenue para precisar el ángulo de visión. Sin embargo, los patrones de brillo detectados por IXPE sugieren que el borde del disco podría estar apuntando directamente hacia la Tierra.
Para explicar la medición, los investigadores plantearon dos posibles escenarios. En el primero, la clave sería un “viento” de materia: chorros de gas expulsados del disco de acreción, un fenómeno poco común. Si los rayos X atravesaran este flujo, la dispersión Compton podría intensificar la polarización observada. En el segundo, la propia corona podría estar expulsando plasma a velocidades de hasta el 20 % de la velocidad de la luz —unos 200 millones de kilómetros por hora—, lo que, por efectos relativistas, incrementaría la polarización.
Ambos modelos logran reproducir los resultados sin necesidad de una orientación tan específica, pero ninguno resuelve por completo el enigma del “latido” característico de IGR J17091-3624. Los astrónomos consideran que futuros estudios y observaciones podrían no solo afinar las explicaciones, sino también aportar pistas clave sobre el crecimiento y comportamiento de diferentes tipos de agujeros negros en el universo.