El cambio climático amenaza con transformar radicalmente la manera en que vivimos y sobrevivimos al verano. Una nueva investigación del University College London y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres proyecta que el número de muertes anuales relacionadas con el calor en Inglaterra y Gales podría multiplicarse por más de cincuenta en los próximos 50 años, alcanzando cifras tan elevadas como 34 mil fallecimientos anuales para 2075, si no se adoptan medidas efectivas de adaptación y mitigación.
El estudio se basa en un escenario de calentamiento climático extremo, con un aumento de 4.3 °C para mediados de siglo. En ese panorama, las muertes por calor crecerían drásticamente: 10,317 en la década de 2050, 19,478 en la de 2060, y 34,027 en la de 2070. Incluso en la proyección más optimista —con un aumento de solo 1.6 °C y una respuesta social sólida— las muertes anuales se sextuplicarían, pasando de las casi 3 mil de 2022 a más de 4,500 en la década de 2070.
El informe también destaca que el aumento en la mortalidad por calor no se debe únicamente al alza en las temperaturas, sino a factores estructurales como el diseño urbano, la desigualdad social y el cuidado de las poblaciones vulnerables. Uno de los elementos clave es el envejecimiento de la población, ya que se prevé que en las próximas décadas aumente significativamente el número de personas mayores de 65 años, quienes son las más propensas a morir durante olas de calor.
Este nuevo estudio presenta estimaciones mucho más altas que investigaciones previas, en parte porque muchas de ellas no tomaban en cuenta este cambio demográfico. En 2022, un año de calor récord en Reino Unido, murieron 2,985 personas por causas relacionadas con el calor, lo cual, según los investigadores, puede ser una señal de una nueva normalidad climática en camino.
Los autores también examinaron distintos grados de adaptación. Señalan que mejorar la infraestructura sanitaria, instalar techos verdes, aumentar el sombreado urbano y adoptar tecnologías de refrigeración pasiva podrían reducir sustancialmente las muertes. Sin embargo, advierten sobre una alta dependencia del aire acondicionado: si se produjera un corte de energía durante diez días consecutivos de calor extremo, las muertes podrían aumentar hasta un 75 % en algunas regiones, si la única medida de adaptación fuera el uso de sistemas eléctricos.
La Dra. Rebecca Cole, autora principal del estudio, subrayó que la lucha contra las muertes por calor debe ser integral: no solo implica reducir emisiones o construir con eficiencia, sino también garantizar la equidad social. “No se trata solo del clima, sino de cómo cuidamos a los más vulnerables”, dijo.
Por su parte, la Dra. Raquel Nunes, experta en salud ambiental de la Universidad de Warwick, aunque no participó en el estudio, recalcó que estas muertes son evitables. Añadió que la planificación debe centrarse también en anticipar y prevenir los efectos del calor, integrando la adaptación dentro de las políticas de salud, servicios sociales e infraestructura urbana.
En un mundo que se calienta rápidamente, la advertencia es clara: sin acción estructural, las olas de calor no solo serán más frecuentes, sino también más letales.