Por Juan Pablo Ojeda
La mañana de este jueves, en Palacio Nacional, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo lanzó una advertencia que encendió la conversación política: aseguró que grupos de ultraderecha en el extranjero están intentando influir en la política mexicana para frenar la continuidad de la llamada transformación.
Con un tono firme, la mandataria explicó que estos sectores no son necesariamente gobiernos, sino colectivos conservadores muy activos en otros países, que suelen operar desde espacios de poder económico y mediático. Según Sheinbaum, estos grupos no ven con buenos ojos que México mantenga un rumbo político basado —según su narrativa— en la representación popular y no en las élites tradicionales.
Comentó que estas organizaciones usan principalmente las redes sociales para descalificar gobiernos democráticos, atacando particularmente a aquellos que impulsan políticas públicas orientadas al bienestar social y la redistribución. En su mensaje, dejó entrever que estas campañas buscan sembrar duda, polarización y frenar el respaldo ciudadano.
Aunque no mencionó nombres específicos, el señalamiento se inscribe en un contexto donde México vive un fuerte debate sobre soberanía, influencia extranjera y el papel de las plataformas digitales en la discusión pública. La declaración, por supuesto, no tardará en generar respuestas dentro y fuera del país, tanto de actores políticos como de organizaciones internacionales y analistas.
Para Sheinbaum, el fondo del asunto es claro: hay intereses externos que “no quieren que continúe la transformación” y que estarían alineándose con sectores internos críticos del proyecto político actual. La presidenta aprovechó para reforzar su mensaje de defensa de la soberanía y para recalcar que su gobierno —asegura— está respaldado por el voto y la legitimidad democrática.
Mientras tanto, el tema promete convertirse en una de las discusiones centrales de la semana en la agenda política y mediática.
